lunes, 24 de diciembre de 2012

Las lecturas de tabaquería son patrimonio cultural de Cuba.



Una de las más enraizadas costumbres entre los torcedores de Habanos, las lecturas de tabaquería, luego de más de doscientos años acaban de ser reconocidas oficialmente con el rango de Patrimonio Cultural de la Nación.
Esta tradición que todavía supervive en los grandes salones de torcidos de los cuales salen los tabacos más famosos del mundo, comenzó a mediados del siglo XIX, si bien su origen todavía no está certificado del todo.
Se dice que uno de sus inicios podría estar en las ideas sugeridas por Quiroga, joven  intelectual de La Coruña que visitó Cuba en 1839 y al año siguiente publicó en Madrid su libro Viaje a Cuba, de su recorrido por los campos de La Habana, en los cuales visitó ingenios y cafetales, y donde sugirió que los mismos que vigilaban a los esclavos africanos en las escogidas de café les leyeran mientras trabajaban para ayudar a instruirlos.
Otros aseguran que fue Nicolás Azcárate, político liberal cubano, como director del Liceo de Guanabacoa, quien abrió en 1860 la primera tribuna pública que existió en Cuba y por la cual desfilaron varios hombres de letras.
Entre estos estaba el obrero asturiano Saturnino Martínez, un verdadero líder obrero de su época y autor de numerosas poesías y artículos publicados el semanario proletario “La Aurora”, quien aprendió en Cuba el oficio de tabaquero.
 En el Liceo, Azcárate se refirió alguna vez a que en ciertas órdenes religiosas unos de sus miembros leía en voz alta en el refectorio mientras el resto de la comunidad almorzaba, y parece ser que esa idea prendió en Saturnino, quien la asumió a favor de los tabaqueros.
Documentos históricos reconocen que las primeras lecturas de tabaquería fueron introducidas por esa fecha en las galeras de prisión de trabajadores “cigarreros” que había en el Arsenal del Apostadero de La Habana, y de allí pasó a los talleres de tabaquerías.
Según el sabio cubano Fernando Ortiz, en su libro El contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, donde primero hubo un lector de tabaquería fue en la villa de Bejucal, en 1864, llamado Antonio Leal.
El escritor e investigador afirma que en La Habana la lectura se introdujo en las tabaquerías en 1865, a impulso de Nicolás Azcárate, y fue la fábrica “El Fígaro”, la primera que permitió la lectura en sus talleres. Al año siguiente lo haría Jaime Partagás en su taller, y de ahí se seguiría extendiendo la práctica por el resto de las fábricas de Habanos.
Las lecturas y el lector de tabaquerías sufrieron vejámenes y suspensiones, y en más de una ocasión estuvieron amenazas por parte de las autoridades coloniales españolas de aquellos tiempos, las cuales censuraron libros y periódicos “inaceptables”.
La primera prohibición a las Lecturas de Tabaquería provino del Gobierno Político de La Habana y en su texto se disminuye la capacidad de entendimiento de los oyentes en forma ofensiva.
José Martí, encontró en los ilustrados cubanos, tabaqueros emigrados en  Tampa, Ibor City y  hasta Nueva York, colaboradores y contribuyentes indispensables para la causa de Cuba Libre.
A su vez, las lecturas de tabaquería dieron origen a algunos de los más afamados Habanos que actualmente son degustados en todo el mundo, como Romeo y Julieta y Montecristo, pues muchos historiadores aseguran que su bautismo se produjo como resultado del gusto de los tabaqueros por esas obras maestras de la literatura universal.
La lectura de tabaquería y el lector son figuras históricas cubanas que contribuyeron a elevar la cultura de muchas familias cubanas, ya que el tabaquero primero y los despalilladores después se llevaban, llevaban a sus hogares el conocimiento que adquirían mientras trabajaban.
Actualmente las lecturas de tabaquería siguen siendo una de las tradiciones más arraigadas de los obreros cubanos, que no solo merece ser considerada Patrimonio Cultural de Cuba, sino de toda la Humanidad.

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