Hablar del jazz es como hablar de un misterio; se sabe mucho de él y mucho también se desconoce, pues como si el tiempo se hubiese detenido, se lo ha tomado todo para nacer y renacer.
¿Dónde nació?, los vientos y los teclados que acompañaron el golpe de la percusión, fueron marcando el tic-tac del paso del tiempo de varias generaciones que lo entonaron, lo bailaron con cierto frenesí y lo tararearon en ritmo de blues; casi siempre a eso de las seis de la tarde, tanto que en New Orleans ya no caía lluvia, sino las notas de los saxos y de los clarinetes. Con todos esos regalos, cómo no componer una susurrante pieza para que los enamorados soñaran con el futuro, el hogar y los hijos. En realidad, ésta es la historia de cómo emerge el Jazz.
Pero según historiadores y geógrafos, es en la llanura africana donde nace; aquella que pasa por la lejana y desconocida Etiopía; poco a poco fue caminando con las grandes migraciones nómadas, transitando al ritmo de los instrumentos hechos rústicamente, pero que dieron aquella nota melodiosa representada siglos después, por grandes que ya conocemos: Amstrong, Fitzgerald, Parker, Miller, entre otros.
Hablar de jazz en los Estados Unidos, es contar buena parte de su historia musical; en sus entrañas están muchos de los ritmos que se escuchan hoy. De su ritmo improvisado y misceláneo, nacen otros géneros como el pop, el Rock & Roll, el blue y la balada norteamericana.
Jazz, la esencia que permanece, es la música que se viste de virtuosismo para cantarle a la vida y a lo sencillo de ella. Se resiste a morir y renace en cada tiempo en distintas melodías. Con cada saxo, con cada batería, con cada clarinete dice: "Aquí suena, aquí está el jazz, la música de ayer, la música de hoy".
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