martes, 8 de enero de 2013

La cocina de los filibusteros.



Los piratas no solo se emborrachaban con ron. Tenían buen paladar y les gustaba cocinar. Pero además de las comidas propias de sus lugares de origen, les gustaba probar aquellos productos de las tierras donde llegaban. El libro de Mélani Le Bris La cocina de los filibusteros (editado en España por Everest) da buena cuenta de estas habilidades culinarias de los forajidos del mar que campaban a sus anchas por el Caribe entre los siglos XVI y XVIII. En Haití, Jamaica, Martinica, Barbados y otras islas, olía a algo más que a alcohol y pólvora.
Con evocadoras ilustraciones a la acuarela realizadas por Hyppolite, los textos son de una autora francesa (Carcassone, 1973) que aprendió de su padre el interés por el filibusterismo y las personalidades de sus protagonistas. Michel Le Bris, cuyo apasionado y bien documentado prólogo es el aperitivo del libro, es un especialista en Robert Louis Stevenson, autor de la inolvidable novela de aventuras La isla del Tesoro.
“¿Por qué hablar de cocina caribeña cuando también podríamos denominarla de los piratas o filibusteros? Esta cocina no es solamente el producto de los indios presentes en la época de la conquista, sino también el producto de un mestizaje de influencias diversas: india caribeña, africana, francesa, inglesa, holandesa, española…, cuyo crisol fue de hecho el filibusterismo”, señala Michel Le Bris. Asimismo apunta que los piratas, visualizados siempre en el mar, pasaban largo tiempo en tierra. Así que tenían tiempo de entretenerse explorando productos y actividades de las poblaciones nativas. William Dampier, un filibustero feroz –apunta Le Bris-, era un genio de la hidrografía, además de geólogo y botánico y con su sable al cinto recogía especímenes de flora y fauna que luego transportaba en su barco. Era, como otros que se citan en las páginas del libro, un bucanero curioso.
Los piratas se codeaban con las poblaciones nativas y no trataban de emular las cocinas refinadas de las metrópolis. Ellos exploraban, se mezclaban, no tenían remilgos, pero sí curiosidad. Sus viajes ayudaban al intercambio de costumbres culinarias.
Mélani Le Bris, autora de guías de viajes y directora adjunta del festival de Saint Malo Viajeros Sorprendentes, exploró los lugares donde transcurren las aventuras culinarias de su libro. Referencias de autores de otras épocas. En las ilustraciones de La cocina de los filibusteros, estos no transportan cofres de monedas de oro, sino cestas con frutas o legumbres y se reúnen alrededor de fuegos donde se asan cerdos o aves.
En el festín filibustero que recoge la autora, reina “su majestad el pimiento picante”, en distintas salsas y preparaciones. Entrantes o abrebocas (hoy diríamos tapas), pescados, mariscos, tubérculos, verduras, aves, cerdo, cabrito, confituras, dulces, vinos, rones, ponches… Un extenso menú con sus correspondientes recetas y explicaciones salpimentadas con toques sociológicos y anécdotas. Marinada de melva con leche de coco, pollo ahumado con limón verde, ragú de tortuga o de cerdo ahumado, cangrejos rellenos, bolas de tamarindo, pastel de boniatos, vinos de piña y de plátano macho, chocolate caliente a la antillana, ponche de leche y ron… Un recetario bucanero para relamerse y cocinarlo en casa soñando con paraísos perdidos.
La cocina de los filibusteros es un libro para degustar por paladares jóvenes y adultos. Una gastronomía divertida sazonada de anécdotas divertidas que incitan a bucear aún más en la historia mundial de la comida.

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