Seleccionar el habano a fumar parte del reconocimiento físico a la vista, al tacto y al olfato.
Su color debe ser equilibrado en toda su longitud. En el vitolario de Habanos S.A. se reconocen ocho colores y sesenta y cuatro matices, los cuales cubren desde el color verde o candela hasta el color carmelita oscuro o maduro.
Palparlo entre nuestro índice y pulgar desde la boquilla hasta su final aporta información sobre su construcción interna. No deben existir lugares blandos, ni zonas duras, pues eso de debe a un mal acomodo de las hojas que lo conforman cuando fue torcido.
Olerlo antes del corte y el encendido, permitirá definir si será un habano potente e intenso como un Partagás, o floral y aromático como un Hoyo de Monterrey. Es evidente que por la anilla que le ciñe y la fecha en el fondo exterior de la caja esto quedaría muy claro, pero no siempre se fuma de una caja en específico y con anillas; sobre todo si esto se hace en un círculo de amigos que los hayan comprado sin anillar. Suele suceder con las compras realizadas en estancos y casas de habano donde radican torcedores para la elaboración de los cigarros de la casa.
Cortar un habano recaba de aceros bien asentados, hace tiempo que no se recomienda cortarlo con un mordisco o perforarlo con la uña del dedo meñique. El corte debe ser limpio. Para los cigarros parejos el corte se realizará a no más de tres milímetros de su cabeza y para los cigarros figurados a no más de cinco milímetros de ésta. Hay fumadores que prefieren cortarlo en diagonal – sobre todo en cigarros figurados-; otros por su parte lo hacen en un lateral separado de su cabeza, de esta forma lo mantienen en la boca por mucho tiempo sin riesgo de que la saliva humedezca la tripa y el habano deje de tirar. Este corte era habitual entre viejos torcedores de cigarros.
Humedecer ligeramente con los labios la cabeza del cigarro no es una mala práctica antes de cortar, sobre todo si son cigarros algo secos que pueden fractura su capa bajo la presión del acero.
Nada parecido con sumergir la cabeza del cigarro luego del corte en licores o espirituosos. Esto por una parte entorpecerá la salida de los humos de la combustión y la entrada de aire fresco desde nuestra boca hacia el cigarro y por la otra, transferirá a nuestro paladar sabores herbáceos y astringentes provenientes de compuestos orgánicos que conforman las hojas y que son solubles en extractos hidroalcohólicos; muchos de ellos nada agradables.
Dedique tiempo a encender el habano, ya sea con mechero de butano, soplete de varias bocas, cerillas de cedro o cedrillos proveniente de las entrecamadas de las cajas. No es un acto violento y debe ser seguido continuamente por nuestra vista para evitar chamuscar la capa.
Ayude el encendido con el aire circundante gracias a movimientos rápidos circulares de la mano que sostiene el cigarro sobre la muñeca. Encender el habano sostenido en la boca induce al riesgo de que el encendido no sea parejo y por ende que el cigarro queme mal.
No pegue la llama al habano, manténgala cercana a éste y rótelo sobre su eje de forma tal que el fuego ataque lentamente desde el centro del cigarro hasta su periferia. Un buen encendido puede tardar más de un minuto. Sople la superficie para verificar si el encendido fue correcto y sólo después de ello disfrute de su primera bocanada.
El habano se regocija con que le mantengan sostenido en la mano; entre el índice y el pulgar, descansando ligeramente sobre el dedo del medio. Puede sostenerse también entre el índice y el pulgar sin más apoyo, aunque no sea tan elegante.
Fumar un habano recaba de tiempo, es acicate para el reposo del alma, no necesita de movimientos bruscos.
Muchos fumadores suelen sostenerlo apuntando hacia ellos el cono de combustión y rotándolo lentamente sobre su eje. Esta operación les permite verificar que su cigarro queme parejo de forma natural o que puedan ayudarlo, humedeciendo ligeramente la capa fresca de la zona más adelantada del frente de combustión con la punta del dedo índice y así obtener un frente de combustión parejo en todo el diámetro.
De no rotarlo sobre su eje, la salida de los gases de combustión resecará al cigarro en la zona superior acelerando su combustión, lo que ocasiona una desigualdad con la zona inferior. Esto sucede también cuando lo olvidamos sobre un soporte externo o un cenicero.
La ceniza es parte del habano, informa sobre la calidad de su confección, la calidad del almacenamiento y la edad habano. No es una ofensa que la misma caiga sobre la mesa o el tapete debido a un movimiento no calculado en la manipulación del cigarro. Retírela con cuidado
La ceniza está compuesta por oxihidróxidos metálicos cerámicos y muy porosos que ayudan al calentamiento del aire que participa en la pirolisis. Esta es caliente por lo que al enfriarse tomará agua del ambiente y aumentará su peso, por ello se desprende del cigarro. Si no está aún seguro de poderla manejar, cuando la ceniza se acerque a los dos centímetros de longitud tome la precaución de golpear con ligereza sobre el habano para depositarla en el cenicero, nunca presione al cigarro sobre el fondo del cenicero.
Se puede reencender el habano cuando se apague, solo elimine suavemente la ceniza. Dedique nuevamente tiempo para esta operación y sople para aumentar la temperatura del encendido.
Al terminar de fumar colóquelo sobre el cenicero y deje que descanse con dignidad, ya el cigarro le transfirió todos sus secretos.Pero cada cigarro en dependencia de su edad debe ser fumado diferente, esto es de importancia para el fumador.
Fuente: http://www.laguarida.com
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